CAPITULO 1
Nunca pensé estar en la situación incómoda de conocer a un completo extraño siendo como era yo de tímida en las relaciones sociales. Retomando mis pensamientos al pasado, solo recuerdo que en la Secundaria era muy callada y solo lograba abrirme con mis amigas más cercanas. No recuerdo haber asistido alguna tardeada por la simple razón de que mi Madre estaba enferma. Poco a poco había perdido la razón y en momentos deliraba. Nos habíamos acostumbrado a sus delirios, rabietas y excentricidades que por lo regular no eran peligrosas y solo algunas veces de verdad nos sacó un santo susto. Perdí a mi Madre a los 21 años, su luz se fue apagando hasta que un día se despidió. De antemano, mi Padre y yo sabíamos que mi madre se iría a descansar eternamente, así que, estábamos preparados, aunque no creo que alguien pudiera estar preparado para la muerte de un ser querido. Sus últimas palabras siempre las voy a recordar, ya que fueron las más cuerdas que había oído desde que mi Madre enfermo, -“Hija, alguna vez entenderás que la felicidad no se busca, sola te llega. No te enfoques en ser feliz, enfócate en vivir. Vive la vida y cuida de tu Padre y de Simón.” Simón era nuestro perro Labrador que tenía más de un año muerto. Simón tenía con nosotros 7 años y su partida fue devastadora, especialmente para mi Madre, por lo que tuvimos que acceder a su deseo de hacerle un entierro al estilo Indio que había visto por Televisión. A pesar del dolor que sentíamos de haber perdido a Simón, mi Padre y yo no parábamos de reír en silencio del espectáculo que estábamos viendo. Tantos recuerdos con ella y al verla postrada en cama con su último aliento y sobre todo hablándome coherentemente, no pude evitar las lágrimas. Mi Madre al verme, puso una cara de desconcertada y me dijo, -“Hija, no llores más. ¿Por qué estas llorando? No hay nada porque llorar, al contrario, si lloras no podrás ver al Unicornio que está descansando en la cocina. Ayer llego y me pidió asilo y yo lo he dejado entrar. Es muy noble, y sé que te querrá.” La mire un instante y la abrace, llore aún más porque tenía tantos sentimientos encontrados. No quería dejarla ir pero tampoco quería que sufriera. –“No te preocupes Mama, yo me hare cargo del unicornio.” –le dije. –“Se llama Lucas.”-me respondió. Y con eso, la perdí.
Han pasado ya diez años de la muerte de mi Madre y aun la recuerdo cada vez que tengo que tomar una decisión. ¿Que harías tu Madre? Empiezo a reír, probablemente se escaparía en el Unicornio Lucas hacia al final del Arcoíris. Aunque ausente, mi Madre siempre me animaba y me ponía de buen humor. Ahora lo pienso y me alegra el día, pero tiempo atrás, cuando en la secundaria yo pedía permiso para la tan aclamaba tardeada, mi madre se negaba rotundamente. – “¡Claro que no iras! ¡No quiero perder a mi hija a los cuernos de un toro!” Su cara tan seria que era imposible no pensar si de verdad había perdido la razón. –“¡Pero Mama, no abra toros en ese lugar! Es una fiesta para los amigos, habrá comida, ¡música! ¡También juegos Mama! Vamos, tienes que dejarme ir, ¿sí?” Obviamente mi Madre en su delirio, pensaba que en una tardeada había toros y no estoy segura si era por lo similar de las palabras y por alguna razón ella creía que íbamos a ser asesinados brutalmente por los toros. Suspiraba. Tendría que esperar a mi Padre llegar de trabajar para pedirle el permiso y aun así, mi Padre respetaba tanto a mi Madre que su respuesta a lo obvio era evidente. –“Hija, sé que tu Madre a veces puede ser muy dura, pero umm, tendremos que respetar su decisión.” ¡Si claro Papa, por si no te has dado cuenta, mi Madre está loca! Si solo mi Padre pudiera escuchar mis pensamientos, probablemente hubiera sufrido una gran decepción.
Aun cuando intente ser social en la Secundaria, la Preparatoria y la Universidad, siempre sentí que hubo ese sentimiento de que las personas no me aceptarían, no aceptarían a mi Madre y no aceptarían mi Historia. Tuve que madurar muy pronto, más pronto de lo que pude haber imaginado.
Mi padre se volvió a casar al año de haber fallecido mi Madre y a mis 22 años me encontraba con una familia inesperada. Mi Madrasta Carmela y sus dos hijos, Sebastián y Santiago que para colmo, eran gemelos. Todo lo contrario a lo que yo miraba en las películas de Disney, mi Madrasta Carmela era un alma de Dios. Siempre se preocupó por mí, siempre estuvo a mi lado en los buenos y malos momentos. De hecho, llegue a quererla demasiado y bueno no se diga de mis hermanastros, me dedique a la tarea de cuidarlos, de mimarlos y ser la hermana mayor responsable, creo que el sentimiento era mutuo; éramos la familia perfecta.
Eran las 6 de la mañana y yo me preparaba para ir a trabajar, en realidad toda mi atención se enfocó en el hombre que había conocido el día anterior, Mateo. Hoy me quería esmerar más de lo normal. Hay por dios Carolina, tiene un mes observándote y ¿ahora te quieres arreglar más? Se dará cuenta, ¡solo actual normal! Terminé mi rutina acostumbrada y salí de mi departamento con destino al Café. ¿Porque estoy tan nerviosa? ¡Carolina! ¡Contrólate! Es solo un café, y solo quiere saber tu opinión. Punto. Ok, Ok. Lo harás bien.
Tenía tres años que me había mudado a mi propio departamento y lo hice porque buscaba mi propia independencia. Amaba mucho a mis Padres y hermanos pero sentí que necesitaba volar y depender de todo lo que yo era capaz y había logrado por mis propios méritos. Me había graduado con honores de la Carrera de Lenguas y Literatura de una prestigiosa Universidad Local. Mi Padre había invertido mucho en mí para que yo terminara la Carrera y cuando por fin termine, no cabía de la emoción y alegría. –“Hija, ¡estoy tan orgullo de ti! ¡Tu Madre lo estaría también!” Hubiera deseado que mi Madre, aun con sus loqueras, estuviera ahí.
Después de varios años me abrí brecha en el mundo editorial. Trabajaba para una Revista de Mujeres muy popular y tenía mi propia Columna en donde daba mis revisiones de libros que había leído. De hecho, estaba muy orgullosa de lo que había logrado y me sentía lo bastante independiente y fuerte como mujer, por eso es que no entendía porque estaba tan nerviosa de únicamente platicar con este extraño. Estacione mi auto en el lugar de siempre y me encamine al Café. Lo pude ver a lo lejos, estaba sentado en mi mesa. Bueno por lo menos no te mintió Carolina. Me acerque con lo que según yo era una tranquilidad absoluta, -“Hola Mateo, Buenos días.” Tranquila. –“¡Buenos días Carolina!”, Me dijo. ¿Estoy enloqueciendo o parece emocionado? –“He pedido tu bebida favorita, espero y no te moleste.” ¡Guau, este hombre de verdad sabe cómo tratar a una mujer! –“No, claro que no me molesta y pues me imagino que ya sabes cuál es mi Café de preferencia ¿verdad?”, le dije. Se rio ligeramente a lo que yo empecé a reírme también. Su sonrisa era totalmente hermosa y contagiosa. Al estar frente a él, tuve tiempo de darle un buen vistazo. Sus ojos grandes color almendra y unos pequeños hoyuelos que se le formaban al sonreír. Su nariz perfilada, cejas de color café y bastante pobladas. Una sonrisa que iluminaba su rostro con sus dientes blancos y perfectos. No pude evitar notar que tenía unos hombros anchos, definitivamente cuidaba su cuerpo con ejercicio. Su forma de vestir casual pero con un estilo impresionante; unos jeans, una camisa color verde y una chaqueta ligera color Café. Este hombre no dejaba de impresionarme y aun así trate de mostrarme lo más serena posible. No estaba acostumbrada a ponerme nerviosa frente algún hombre. Mi trabajo lo requería, este mismo requería de mi audacia y el poder pararme frente a Editores que en su mayoría eran hombres y hablarles de negocios sin una pizca de titubeo. Pero ahora era diferente, yo estaba nerviosa porque este completo extraño vino a mover mi mundo de estabilidad, y tranquilad que yo pretendía vivir. Aun así me di la oportunidad de conversar, de conocer a este completo extraño para que ya no lo fuera. Y así estuvimos conversando por algún tiempo. Hablamos de nuestras pasiones, nuestras carreras, nuestros trabajos, un poco de nuestras familias y un poco de nuestros sueños. Me di cuenta que Mateo y yo teníamos tanto en común y aun así yo sentía tanta inseguridad. Lo que era nerviosismo se convierto en miedo, miedo que Mateo se diera cuenta que aunque yo era toda una “mujer exitosa”, tenía tantas inseguridades y complejos. Así que mientras esto duraba, Mateo no habría de conocer a Carolina la insegura, más bien conocería a Carolina la exitosa, la que todo podía.
Al despedirnos, impulsivamente me tomo de la mano y me dijo, -“Carolina, eres fantástica. Me da gusto que por fin me acerque a conocerte. ¿Te veo mañana?” ¿Soy Fantástica? ¡Deja que me conozcas bien, no creo que pensaras igual de mí! –“Si claro, hasta mañana.” Y este sujeto ¿quién se cree? ¿Cree que puede interrumpirme a si nada más y puede sentarse en mi mesa y obligarme a hablar con él? Este loco, ¡es un atrevido! Suspire mientras me encaminaba a mi auto. Si Carolina, pero no puedes negar que es una bella interrupción. Sonreí. Si, una bella interrupción que había llegado sin yo pedirla y no quería dejarla ir… nunca.
Paola 2014 ©
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